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EDITORIAL




          Aplaudidos desde el balcón,


          amados en las terapias,


          evitados en las calles



          Dr.  roberto ovanDo
          Director De Publicaciones


            Este año nos toca vivir un momento único en la historia, un hito que marcará
          nuestras vidas para siempre y probablemente nuestras costumbres.
            Algo impensado para toda la sociedad y en particular para nosotros, que por un
          lado pasamos a ser imprescindibles, más que nunca, y también nos ubicamos en el
          segundo lugar de atención, primero el virus con sus infectados y luego el personal
          de salud.
            Esta atención expuso nuestras realidades, honorarios pauperizados, largos días
          de trabajo, un trabajo sin los recursos necesarios pero trabajo al fin.
            Esta realidad deja al descubierto nuestra vocación: nunca se habló de un solo
          médico que no quiera exponerse a un paciente infectado por miedo a contagiarse.
            Entonces nos llenamos de orgullo y rabia: ¿por qué la vocación implica hono-
          rarios deficientes?
            Luego comenzaron a aparecer estas situaciones extrañas donde nos encontra-
          mos en medio de una lucha interna popular en la que nosotros somos los que cu-
          ramos,  brindamos tratamiento sabiendo que nos podemos contagiar, pero somos
          también los que podemos infectar.
            La gente entendió que el médico se puede enfermar, y lejos de provocar curiosi-
          dad el por qué, nos puso en una zona de peligro para la sociedad, entonces pasamos
          a preferir pasar desapercibidos, que no sepan que somos médicos, nuestros guar-
          dapolvos blancos por primera vez son simbolo de impureza, una encrucijada en el
          pensamiento popular donde nos aman, pero dentro de la terapia, no en la calle.
            Los médicos pasamos a ser aplaudidos, hecho sin precedentes, pero seguimos
          trabajando igual que siempre, con el mismo riesgo, pero ahora con un estrés agre-
          gado: no contagiarnos y no morirnos.
            Nuestro trabajo como tocoginecólogos, se limitó a la atención de partos, ciru-
          gías oncológicas y urgencias, pero eso representa un 20% de nuestros ingresos,
          entonces nuevamente los que pueden regresan a hacer guardias, a trabajar en lo
          que se pueda para compensar esta falencia, mientras tanto, nuestros hijos menores
          con 6 reuniones virtuales por día; incluidas arte y educación física ¡Qué viva la

          Vol. 51 - Nº 250 / 2 - Año 2020                                                                                                                               5
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